A los adultos les ocurre con la educación en finanzas personales igual que a los niños cuando deben ir al colegio.
Por qué personas inteligentes, maduras, profesionales, educadas, incluso con postgrados, le rehúyen a la educación sobre finanzas personales?
Este artículo lo escribí hace algún tiempo, pero cuando lo revisé me pareció exagerada la comparación que estaba haciendo y decidí archivarlo. Ocurre que en días pasados me encontré con el artículo “¿Qué implica ser financieramente educado?” que escribió en Portafolio la Dra. Mónica Aparicio Smith, Directora de Fogafín, en el cual cita a la conocida especialista en educación financiera Annamaria Lusardi, del Dartmouth College de EE. UU., diciendo: "Así como leer y escribir fueron habilidades que permitieron que las personas triunfaran en las economías modernas, hoy es imposible ser exitoso sin tener la capacidad de leer y escribir financieramente". Lo anterior me confirmó que la comparación que yo estaba haciendo dejara de parecerme exagerada. Ahora creo con mayor firmeza en ella: la actitud de los adultos ante la educación financiera se asemeja a la actitud de los niños ante la educación básica.
Nos ocurre frecuentemente que cuando una empresa nos contrata para dictar talleres sobre Planificación Financiera Personal, siempre se presenta un alto porcentaje de ausencia y los organizadores tienen que ir de oficina en oficina reclutando a la gente que se ha inscrito. Y estoy hablando tanto de pequeñas empresas como de grandes corporaciones multinacionales. Usualmente se inscriben muchas personas, pero a la hora de iniciar el curso siempre tienen otras prioridades que les impiden asistir.
Esto me llevó a pensar que posiblemente a los adultos les ocurre con la educación en finanzas personales igual que a los niños cuando deben ir al colegio. Ellos preferirían no ir porque tienen otras prioridades que para ellos son más importantes en ese momento: la televisión, los juegos de video, los carritos, las muñecas y otros juguetes.
Así que si sus padres no los obligaran a asistir se quedarían analfabetas, simplemente porque no tienen la capacidad de percibir el impacto que tendría para su vida el no aprender a leer y escribir. ¿Ocurrirá lo mismo a los adultos con respecto a las finanzas personales? ¡Pienso que sí! La gran mayoría de las personas no comprende la importancia que la educación financiera personal tiene para su vida, y como no tienen padres que los obliguen a educarse, nunca aprenden a “leer y escribir financieramente”, lo cual los lleva a ser analfabetas financieros y a pasarse la vida saltando matones.
Analizando esta situación llegué a la conclusión de que la teoría sobre el aprendizaje que leí por primera vez en un libro del autor brasileño Lair Ribeiro -y que reproduje en mi libro “Finanzas para papá… y mamá”- se aplica perfectamente en este caso: la gran mayoría de la gente “no sabe que no sabe” sobre finanzas personales.
La susodicha teoría nos dice que la ruta desde la ignorancia absoluta de un tema hasta la maestría sobre el mismo, pasa por cuatro estadios:
En el estadio uno, la persona no sabe qué no sabe. En esta fase escasamente cuenta con las nociones básicas que ha aprendido en el hogar y a través de la experiencia, pero no sabe que para garantizarse el éxito económico se requiere adquirir habilidades financieras adicionales que la capaciten para administrar eficientemente el dinero.
Una vez que la persona se entera de que existen procesos para mejorar sus habilidades financieras, comprende el alcance de éstos y reconoce su nivel de desconocimiento de los mismos, entonces habrá llegado al estadio dos, en el cual la persona sabe qué no sabe.
Si la persona sigue interesada en desarrollar sus habilidades financieras, deberá esforzarse para aprenderlas… pero éste es el punto más difícil, puesto que tendrá que sobrepasar un obstáculo que metafóricamente hablando se le conoce como “la laguna de la confusión”. Es aquel punto en el cual el material parece complejo, le cuesta entenderlo… pero con un poco de disciplina y persistencia de pronto ve la luz, las ideas empiezan a aclararse y el estudio va haciéndose cada vez más fácil… y así logra superarse la laguna de la confusión y llega al estadio tres, en donde ya la persona es consciente de su conocimiento sobre el tema; ya sabe qué sabe.
El trayecto entre el tercero y el cuarto estadio es mucho más sencillo puesto que se trata de la aplicación de lo aprendido. Casi sin que la persona se dé cuenta, el conocimiento adquirido empieza a formar parte de su naturaleza y su aplicación se vuelve automática… La persona ya no sabe qué sabe. Ya ha logrado la perfección del conocimiento y lo ha integrado a su vida diaria.
Te has preguntado alguna vez, apreciado lector, ¿dónde te encuentras tú con respecto a tus conocimientos sobre finanzas personales? ...
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